domingo, 7 de octubre de 2012


LA FAMA ES EFÍMERA
Cuando un árbitro alcanza una madurez arbitral, el reconocimiento y la designación continua en los torneos, esto lo lleva a actuar en los partidos como si todo estuviera bien y olvida los aspectos que lo condujeron a destacarse, comprando una falsa apariencia de armonía y eficacia al precio de la única verdad que podría permitirle alcanzar más logros, dicho de la forma más coloquial se “agranda”. Siempre que un silbato se comporta así expresa los signos inequívocos de la existencia de errores en su comportamiento los cuales lo conllevan a efectos adversos y al fracaso deportivo.

Que no se le suba 
La función de este artículo no es otra que lograr que los silbatos conozcan cuáles son las falencias más comunes en las que incurren una vez alcanzan reconocimiento, para que así eviten entrar en conflicto con sus compañeros y jugadores, pues el reconocer sus errores frecuentes les permite mejorarlos. Todas las competencias dentro del arbitraje son hábitos aprendidos y en consecuencia, si se tiene alguna carencia en uno o en otro sentido, siempre se puede aprender a hacer mejor las cosas y evitar que la “fama” se suba a la cabeza.

Hábitos perjudiciales
En este sentido, el árbitro que se convierte en arrogante e impaciente puede aprender a escuchar y a tener en cuenta las opiniones ajenas cuando se las dicen, pero el hecho es que este tipo de progresos jamás puede tener lugar si no se comienza dando antes el primer paso, que consiste en conocer el modo en que esos hábitos perjudican e intoxican las relaciones interpersonales con los jugadores y compañeros por decirlo de algún modo, y que si no se saben manejar llevan al fracaso después de alcanzar el éxito. Seis en total son los errores en los que incurren regularmente los silbatos luego de tener fama.

Errores frecuentes
La ambición ciega es el primera error en el comportamiento que muestra el árbitro y no es otra cosa que parecer "inigualable" en todo momento, compite en lugar de colaborar, exagera su propia valía y es jactancioso y arrogante, juzga a sus compañeros en términos de aliados o enemigos; el segundo es la intromisión, esta falencia lo lleva a actuar más allá de su límite, se mete en lo que no debe y ejerce su dirección de un modo asfixiante; la sed de poder, es el tercero y en el cual el árbitro no busca el poder para el colectivo sino cínicamente para sí o para sus propios intereses.

Otras falencias
El cuarto aspecto errado en el que incurre un silbato es la necesidad de reconocimiento, en otras palabras se vuelve adicto a la gloria, capitaliza los esfuerzos de los demás y es capaz de sacrificar cualquier cosa en aras de su propio bien; la preocupación por las apariencias es el quinto punto y en este necesita parecer bueno a toda costa y se halla exclusivamente preocupado por su imagen pública; la necesidad de parecer perfecto es el último desatino, en este las críticas por más fundadas que sean, le irritan o le producen rechazo y no admite equivocaciones. Como ya conoció cuales son los fallos más comunes, hágame el favor mi estimado lector de no incurrir en ellos cuando le llegue su cuarto de gloria y si ya los tiene corríjalos.
Escrito por José Borda para www.revistaarbitros.com

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